Hay victorias que definen carreras, y otras que definen eras. En 1984, Seve Ballesteros conquistó el Open Championship en el lugar donde todo comenzó: St Andrews, el Old Course, la catedral del golf. No fue solo su segundo triunfo en el major más antiguo del mundo, sino el momento en que se fundió con la historia del deporte, dejando una imagen que todavía hoy emociona a millones: su puño en alto tras embocar el birdie en el hoyo 18.
Aquel torneo, celebrado en el marco del centenario del Open en St Andrews, fue mucho más que una competición. Fue un homenaje a la tradición, a los valores eternos del golf, y a la capacidad de una figura como Seve para elevar el juego a un plano emocional y estético. Con un estilo agresivo, lleno de imaginación, Ballesteros no solo venció a los mejores del mundo, sino que conquistó también el alma del público.
Este artículo revive aquella hazaña no como una simple crónica, sino como el relato de un momento irrepetible: cuando un joven de Pedreña se convirtió en leyenda eterna sobre los greenes sagrados de Escocia.

El desafío de St Andrews
Jugar un Open Championship en St Andrews no es simplemente disputar un torneo de golf: es enfrentarse a la historia misma del deporte. El Old Course, con más de seis siglos de leyenda, exige tanto respeto como valentía. Sus amplios fairways esconden trampas sutiles, y su defensa no está en la longitud, sino en la estrategia, el viento cambiante y los greenes compartidos que pueden convertir un error mínimo en un desastre.
En 1984, el Open volvía a la cuna del golf para una edición especial, cargada de simbolismo por la historia del Old Course. La expectación era máxima y el field, estelar. Tom Watson, Bernhard Langer, Ben Crenshaw, Lanny Wadkins y otros grandes nombres del momento, junto a talentos emergentes como Nick Faldo, estaban en Escocia
Las condiciones fueron exigentes desde la primera jornada. El viento del Mar del Norte soplaba con fuerza, obligando a pensar cada golpe con milimétrica precisión. Los greenes estaban firmes y traicioneros, especialmente en la segunda vuelta. Pero si algo distinguía a Seve, era su capacidad para adaptarse y encontrar soluciones donde otros veían solo problemas.
A lo largo de las primeras rondas, Ballesteros desplegó todo su repertorio: drives agresivos, recuperaciones imposibles y una lectura del green casi intuitiva. Su juego corto volvió a ser su mayor aliado. Cada approach era una oportunidad. Cada putt, un golpe con intención. Y lo más importante: Seve mantenía la calma.
Sabía que en St Andrews no gana el que más arriesga, sino el que mejor entiende el campo. Y él lo entendía como pocos.
Con solo 22 años, Seve Ballesteros ganó su primer Open Championship, sorprendiendo al mundo con su golf atrevido, creativo y lleno de magia.
Revive su histórica victoria de 1979
La última ronda y el golpe de gloria
Domingo 22 de julio de 1984. El cielo de St Andrews amaneció encapotado, pero la tensión sobre el Old Course era cristalina. Todo apuntaba a un duelo épico entre Seve Ballesteros y Tom Watson, cinco veces campeón del Open y defensor del título. Ambos partían como favoritos tras tres rondas sólidas. Pero sería Seve quien terminaría escribiendo su nombre con letras de oro en los libros de historia.
Desde el primer hoyo, Ballesteros demostró que estaba dispuesto a todo. Su agresividad controlada, esa mezcla única de riesgo e instinto, lo mantuvo siempre en la pelea por el liderato. Pero Watson no cedía. A cada birdie de Seve respondía con un golpe igual de certero. La batalla mental entre ambos fue tan intensa como su rendimiento técnico.
El momento clave se gestó en los hoyos finales. En el 17 —el temido Road Hole— Watson falló un approach vital y terminó con bogey. Era la oportunidad que Ballesteros necesitaba. En el 18, tras una excelente salida y un segundo golpe que dejó la bola a unos tres metros, todo quedaba en manos de su putt para birdie.
Fue entonces cuando ocurrió la magia.
Con la mirada fija, el cuerpo relajado y el temple que solo muestran los campeones, Seve golpeó la bola. El putt rodó firme, con la línea perfecta, y cayó por el centro del hoyo. En ese instante, Ballesteros alzó el puño derecho con un gesto explosivo, lleno de emoción, capturado por las cámaras y la memoria colectiva del golf para siempre.
Mientras la multitud estallaba, Watson veía cómo se le escapaba el título desde el green del 17. Ballesteros terminó con una tarjeta final de 69 golpes (-3) y un total de 276 (-12), superando por dos a Watson y Bernhard Langer.
Aquel gesto —el puño cerrado, la sonrisa contenida, los ojos hacia el cielo— no fue solo una celebración. Fue el símbolo de una era, el momento exacto en el que Seve se fundió con el alma de St Andrews.

El último Open Championship que ganó Seve fue en Royal Lytham & St Annes. Una ronda final de 65 golpes y una demostración total de temple, talento y genialidad.
Mira el resumen completo de su triunfo en 1988
Un legado eterno
La victoria de Seve Ballesteros en St Andrews no fue solo una hazaña deportiva. Fue una declaración de principios. En la cuna del golf, frente a los grandes nombres del momento, un joven español demostró que el talento, la pasión y la imaginación podían estar por encima de la tradición, la técnica y la experiencia. Ganar en el Old Course es algo que muy pocos logran. Ganar como lo hizo Seve, casi nadie.
Aquel domingo de julio de 1984 no solo levantó su segunda Claret Jug, sino que dejó al mundo una imagen imborrable: su puño en alto, justo en el corazón del green del 18, con la casa club al fondo y el público rugiendo. Esa foto se convirtió en póster, en portada, en postal emocional para millones de aficionados. Es, todavía hoy, una de las escenas más icónicas en la historia del golf.
Pero el legado va más allá del gesto. Va en el cómo. En la forma en que Seve jugó cada hoyo, enfrentó cada reto, y conquistó no solo trofeos, sino corazones. Su triunfo en St Andrews consolidó su estatus como ídolo mundial y abrió el camino a nuevas generaciones de golfistas europeos que, hasta entonces, veían los majors como terreno casi exclusivo de estadounidenses.
Jon Rahm, Sergio García, José María Olazábal… todos miraron alguna vez aquella imagen de 1984 como un faro, como un recordatorio de que sí se podía.
Hoy, décadas después, ese puño sigue en alto. No en una foto estática, sino en cada golpe valiente, en cada chip imposible, en cada joven que coge un palo de golf soñando con algo grande.
Descubre la trayectoria completa de Seve: sus orígenes, sus grandes victorias y cómo cambió para siempre el golf en Europa y el mundo.
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