
El US Open 2015, celebrado del 18 al 21 de junio en el desafiante Chambers Bay Golf Course en University Place, Washington, fue una edición que quedará grabada en la memoria por su desenlace dramático y por consolidar a Jordan Spieth como una de las grandes figuras del golf mundial.
El escenario: Chambers Bay, un campo polémico y exigente
Un campo nacido de una cantera
Chambers Bay, ubicado en University Place, Washington, fue inaugurado en 2007 sobre el terreno de una antigua cantera de grava y arena. Diseñado por el renombrado Robert Trent Jones Jr., el campo fue concebido para romper con los moldes del golf tradicional estadounidense y acercarse a una experiencia tipo links, más propia de Escocia o Irlanda que de la costa oeste de EE. UU.
Estética de links y desafío visual
Su trazado libre de árboles, enormes dunas, greenes elevados y vistas abiertas al estrecho de Puget evocaba campos míticos como St. Andrews. El resultado fue un recorrido visual e imponente, pero desconcertante para muchos profesionales. Además, Chambers Bay fue el primer campo municipal en albergar un US Open, lo que generó opiniones encontradas desde su anuncio.
Distancia variable y configuración dinámica
El par 70 del recorrido, combinado con una longitud que oscilaba entre 7.384 y 7.695 yardas, convertía cada jornada en un reto. La USGA modificó frecuentemente los tees y alternó el par de hoyos como el 1 y el 18, algo inusual en un major. Esta flexibilidad añadía una capa de complejidad estratégica inédita.
Greenes polémicos: elogios y quejas
Los greenes, cubiertos con fescue y poa annua, fueron el punto más controvertido. Jugadores como Henrik Stenson los describieron como “campo de patatas”, y Billy Horschel expresó su frustración golpeando el putter contra el suelo. Las bolas no rodaban de forma limpia, y las caídas resultaban difíciles incluso para los más expertos.
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Un reto mental más que físico
A pesar de las críticas, Chambers Bay también recibió elogios. Su diseño obligaba a pensar cada golpe, premiaba la creatividad y exigía control absoluto del juego corto y de las trayectorias. No era un campo para pegadores sin estrategia. Era un test cerebral, donde cada metro requería lectura táctica.
Escenario único para la televisión
En lo visual, Chambers Bay fue una joya televisiva. Las amplias tomas aéreas mostraban un paisaje ondulado y abierto, sin distracciones de árboles o vegetación espesa. La atmósfera era única, distinta a cualquier otro US Open anterior, y eso dividió a los jugadores: unos lo celebraron, otros solo intentaron sobrevivir.
Un campo que no dejó indiferente a nadie
Con el paso del tiempo, Chambers Bay ha ganado un estatus de culto. Su elección como sede sigue generando debate, pero nadie discute que ofreció una experiencia radicalmente distinta. Fue un campo que exigió, desconcertó y fascinó a partes iguales. En 2015, fue el protagonista silencioso de un torneo inolvidable.

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Favoritos y expectativas: una lucha abierta
El US Open 2015 llegaba con una atmósfera cargada de incertidumbre y emoción. El relevo generacional en el golf estaba en pleno proceso, con varias estrellas jóvenes listas para tomar el testigo de los grandes campeones de la década anterior. La ausencia de un claro dominador en los meses previos al torneo aumentaba el interés, y las características únicas de Chambers Bay añadían aún más variables al análisis de favoritos.
Jordan Spieth
A sus 21 años, Jordan Spieth era la sensación del momento. Su triunfo reciente en el Masters de Augusta lo había catapultado al primer plano del golf mundial. Su mezcla de temple, precisión en el juego corto y eficacia en el putt lo convertía en un contendiente serio, incluso en un campo tan atípico como Chambers Bay. A pesar de su juventud, llegaba como uno de los nombres más respaldados por expertos y medios.
Dustin Johnson
Dustin Johnson representaba la potencia en estado puro. En buena forma física y tras una notable recuperación de problemas personales y lesiones, buscaba su primer major. Su estilo —basado en una pegada descomunal desde el tee— prometía rendir frutos en un recorrido largo y de calles anchas. Pero su talón de Aquiles, el juego corto, especialmente el putt en situaciones de presión, seguía siendo una incógnita.
Rory McIlroy
Rory McIlroy, entonces número uno del mundo, intentaba reafirmar su dominio en los grandes torneos. Con cuatro majors ya en su haber, el norirlandés llegaba con experiencia y talento, aunque su inicio de temporada había sido irregular. Su reto en Chambers Bay era doble: encontrar precisión en un trazado que premiaba más la imaginación que la potencia, y mantener la consistencia durante cuatro rondas.
Phil Mickelson
A sus 45 años, Phil Mickelson era, como siempre, uno de los focos de atención. El zurdo perseguía con determinación el único major que le faltaba para completar el Grand Slam de carrera. Con seis subcampeonatos en el US Open, llegaba con una mezcla de veteranía, motivación y estilo ideal para un campo tipo links. Sin embargo, su irregularidad en los greenes y una cierta propensión al error en momentos clave generaban dudas sobre su verdadero nivel competitivo.
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Entre los aspirantes silenciosos estaban Henrik Stenson, que llegaba con buena forma física y mental; Patrick Reed, que venía acumulando top 10 con regularidad; y Jason Day, quien había superado múltiples problemas físicos en meses recientes, pero mostraba un nivel de juego lo suficientemente alto como para pelear en cualquier major.
Y no se podía olvidar a Tiger Woods, aunque fuera por su peso mediático. Su rendimiento en los meses previos había sido decepcionante, pero su sola presencia seguía siendo un factor de atención. Los aficionados querían ver si aún tenía gasolina competitiva, aunque los expertos coincidían en que sus opciones reales eran escasas.
La configuración del campo también tenía un efecto directo sobre las predicciones. A diferencia de otros US Open con rough impenetrable y calles angostas, Chambers Bay abría el abanico a jugadores con estilos menos ortodoxos. Se trataba más de gestionar el rebote, leer correctamente los desniveles y mantener la calma ante situaciones poco habituales. Esto abría la puerta a sorpresas, a actuaciones memorables de jugadores menos mediáticos, y, por supuesto, a momentos de tensión máxima.
En resumen, el US Open 2015 presentaba uno de los campos más enigmáticos de los últimos tiempos, y una lista de contendientes tan variada como prometedora. Lo único seguro era que la semana iba a ofrecer golf del más alto nivel… y emociones difíciles de predecir.

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Desarrollo del torneo
Primera ronda: líderes inesperados y ajustes mentales
El jueves 18 de junio, el US Open 2015 arrancó bajo cielos despejados y condiciones secas en Chambers Bay. Desde el inicio, quedó claro que el campo —por más bello que luciera en televisión— iba a jugar un papel protagónico en el desarrollo del torneo.
Para sorpresa de muchos, dos nombres se alzaron al frente tras los primeros 18 hoyos: Dustin Johnson y Henrik Stenson. Ambos firmaron tarjetas de 65 golpes (-5), exhibiendo una combinación de pegada, precisión y lectura de greenes que parecía reservada a muy pocos en un trazado tan exigente. Johnson, especialmente, se mostró cómodo con los amplios fairways y supo aprovechar su distancia para dejarse buenos ángulos de entrada a green.
Jordan Spieth, por su parte, inició su recorrido de forma más conservadora, pero igualmente efectiva. Su tarjeta de 68 golpes (-2) lo mantenía cerca del liderato y evidenciaba una madurez competitiva impropia de su edad. Lo más destacado de su ronda fue la gestión emocional: no se desesperó en los hoyos más duros ni buscó más de lo que el campo ofrecía. Sabía que en un US Open, no se gana el jueves, pero sí se puede perder.
En cambio, Tiger Woods vivió una jornada negra. El ex número uno del mundo se fue con 80 golpes (+10), su peor estreno en un US Open y uno de los peores de su carrera en majors. Con errores desde el tee, approach desajustados y un juego corto inseguro, Woods parecía ajeno al nivel de exigencia actual. Sus gestos denotaban frustración y resignación.
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Otros nombres destacados en esta primera jornada fueron Patrick Reed y Matt Kuchar, que cerraron con 68 (-2), y el surcoreano Sung Kang, que sorprendió con un 69 (-1) pese a no estar entre los favoritos. Varios contendientes fuertes, como Rory McIlroy, Phil Mickelson o Rickie Fowler, tuvieron dificultades para adaptarse al ritmo del campo y se mantuvieron en la mitad de la tabla.
La jornada dejó también imágenes de polémica: bolas que botaban de forma inesperada, putts que parecían desviarse sin razón aparente, y varios jugadores gesticulando con molestia en los greenes. Las críticas hacia las condiciones de juego empezaron a tomar forma, pero la USGA se mantuvo firme en su apuesta por un diseño desafiante.
Más allá de las quejas, el espectáculo estaba servido. Dustin Johnson parecía haber encontrado la fórmula para atacar el campo, Spieth seguía proyectando calma y consistencia, y Stenson recordaba al jugador dominante que había brillado en Europa años atrás.
El torneo estaba en marcha, y los primeros indicios ya mostraban que no sería una edición más.

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Segunda ronda: Spieth toma la delantera
El viernes, Chambers Bay volvió a poner a prueba la paciencia, la concentración y la salud de los jugadores. Si la primera jornada había sido un reto técnico, la segunda sumó un componente inesperado: el factor físico. El protagonista involuntario fue Jason Day, que sufrió un episodio severo de vértigo justo antes de finalizar su recorrido. El australiano, visiblemente desorientado, cayó al suelo en el hoyo 9 (su último hoyo del día) y fue atendido por el equipo médico antes de terminar la vuelta, como si se aferrara a cada golpe con pura determinación. Su valentía fue aplaudida por jugadores y público por igual.
Mientras tanto, la clasificación comenzaba a ordenarse con nombres familiares en la cima. Jordan Spieth, con una tarjeta de 67 golpes (-3), tomó el liderato compartido gracias a una ronda sin errores graves, marcada por un putt firme y decisiones tácticas inteligentes. El joven texano parecía haber descifrado parte del enigma de Chambers Bay: no se trataba de atacar, sino de sobrevivir con elegancia.
Patrick Reed igualó a Spieth en lo más alto tras una vuelta de altos y bajos, en la que combinó aciertos brillantes con momentos erráticos. Reed, conocido por su espíritu combativo, aprovechó su juego agresivo para mantenerse en contienda, aunque sus estadísticas no reflejaban el mismo control que Spieth. Era evidente que ambos representaban estilos muy distintos, pero con resultados similares.
Dustin Johnson, el colíder del jueves, tuvo una jornada más irregular. Aunque logró mantenerse cerca con un 71 (+1), sus fallos en los greenes empezaban a ser preocupantes. Su potencia desde el tee seguía siendo una ventaja, pero el campo castigaba sin piedad cualquier error en el juego corto. Aun así, cerró la jornada a un solo golpe de los líderes.
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Entre los grandes beneficiados del viernes estuvo Louis Oosthuizen, que se recuperó de una primera ronda decepcionante con un espectacular 66 golpes (-4). El sudafricano comenzó a mostrar la fluidez que lo llevó a ganar el Open Championship en 2010, con un swing técnicamente impecable y una lectura afinada de los greenes.
Rory McIlroy, en cambio, seguía sin encontrar el ritmo. Su potencia no era suficiente para contrarrestar los rebotes erráticos del campo, y su putter no estaba respondiendo. Aunque logró pasar el corte, lo hizo sin brillar, dejando dudas sobre sus posibilidades reales de remontada.
Phil Mickelson, en busca del Grand Slam, también pasó apuros. A pesar del aliento constante del público, firmó 74 golpes (+4), acumulando errores en los pares tres y fallando oportunidades claras en los pares cinco. La posibilidad de coronarse en el único major que le faltaba se desvanecía.
La jornada concluyó con una imagen poderosa: Jason Day, mareado pero de pie, firmando su tarjeta con la ayuda de su caddie y el personal médico. El torneo estaba tan abierto como exigente, y si algo quedaba claro era que la resistencia mental y física serían tan determinantes como la técnica.
Con Spieth y Reed empatados en cabeza, Johnson al acecho y varios jugadores de perfil bajo en modo amenaza silenciosa, la clasificación se mantenía apretada. El corte se estableció en +5, y varios grandes nombres quedaron fuera, incluidos Tiger Woods, Rickie Fowler y Miguel Ángel Jiménez.
La expectativa para el fin de semana crecía. Todo estaba por decidirse y, como suele ocurrir en el US Open, lo más duro aún estaba por llegar.

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Tercera ronda: igualdad en la cima y tensiones crecientes
El sábado en Chambers Bay se vivió una jornada de transiciones, de ajustes tácticos y, sobre todo, de resistencia emocional. El campo seguía endureciéndose, los greenes mostraban cada vez más imperfecciones en su superficie y las posiciones de bandera fueron aún más exigentes que en días anteriores. El US Open entraba en su fase más selectiva, y la clasificación comenzaba a perfilar a los verdaderos candidatos.
La jornada terminó con un cuádruple empate en lo más alto de la tabla, todos con un acumulado de 206 golpes (-4): Jordan Spieth, Dustin Johnson, Jason Day y Branden Grace. Una mezcla fascinante de juventud, potencia, temple y ambición. Cuatro jugadores con estilos diferentes, pero con una misma aspiración: inscribir su nombre en la historia.
Jordan Spieth no tuvo su mejor día desde el tee, pero su capacidad para recuperarse dentro del campo volvió a brillar. Su ronda de 71 golpes (+1) fue suficiente para mantenerse en el liderato, en parte gracias a su maestría en los greenes. Pese a algunas salidas erráticas, supo salvar pares con putts clave, especialmente en los hoyos 5 y 11. Su control mental volvió a ser su mayor fortaleza.
Dustin Johnson tuvo una ronda irregular, también con 70 golpes (E), pero mostró destellos del juego dominante que lo había llevado a liderar el jueves. Su confianza desde el tee seguía intacta, pero sus problemas con el putt comenzaron a hacerse más evidentes. Falló varias oportunidades claras, y aunque evitó el desastre, no logró despegarse del pelotón.
La historia del día, sin embargo, fue Jason Day. Tan solo 24 horas después de haberse desplomado en el campo por un episodio de vértigo, el australiano firmó una heroica tarjeta de 68 golpes (-2). A pesar de las secuelas visibles —caminaba con precaución, evitando movimientos bruscos— Day se mantuvo en pie y competitivo durante los 18 hoyos. Su precisión con los hierros fue clave, y cada birdie fue celebrado como una victoria personal. Su determinación se convirtió en el relato emocional del torneo.
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Branden Grace, menos mediático pero igual de efectivo, completó el grupo de líderes tras una sólida ronda de 70 golpes (E). El sudafricano, fino en su estrategia y sin errores graves, demostraba que también estaba listo para pelear el título. Su consistencia durante todo el torneo comenzaba a llamar la atención de quienes lo consideraban un outsider.
Por detrás, la amenaza más notable fue Louis Oosthuizen, que volvió a firmar una vuelta sobresaliente con 66 golpes (-4), la mejor del día. Tras una ronda inicial muy floja (+7), el sudafricano había comenzado una de las remontadas más impresionantes en la historia del torneo. Si lograba mantener ese ritmo el domingo, todo era posible.
Rory McIlroy también intentó recortar distancias con una tarjeta de 70 golpes, pero seguía lejos de la pelea directa por el trofeo. Su falta de fineza en los greenes volvía a frenar cualquier impulso competitivo. Lo mismo ocurrió con Phil Mickelson, que tras firmar un +3 se despedía virtualmente de sus aspiraciones al Grand Slam.
La jornada concluyó con un ambiente de máxima tensión. El cuádruple empate en la cima dejaba todo abierto para el domingo. El guion estaba servido: un joven prodigio buscando su segundo major consecutivo, un bombardero con cuenta pendiente, un guerrero enfermo desafiando sus límites, y un sudafricano silencioso demostrando regularidad y carácter.
Solo 18 hoyos separaban a los aspirantes de la gloria, y Chambers Bay seguía siendo un enigma aún sin resolver.

Ronda final: presión máxima y un desenlace para la historia
El domingo 21 de junio de 2015, el US Open vivió una de las rondas finales más emocionantes —y tensas— de las últimas décadas. Chambers Bay, ese campo ya convertido en protagonista absoluto, esperaba a los líderes con todas sus trampas activadas: greenes cada vez más irregulares, hoyos estrechados estratégicamente por la colocación de banderas y una brisa cambiante que convertía cada golpe en una interrogante. El torneo estaba abierto y la presión, en su punto más alto.
El cuádruple empate en el liderato dejaba todo por decidir. Jordan Spieth, Dustin Johnson, Jason Day y Branden Grace tenían 18 hoyos para definir su destino.
Desde el principio, quedó claro que Spieth no estaba dispuesto a ceder. Arrancó sólido, con birdie en el hoyo 1, mostrando el mismo control y enfoque que lo había llevado a ganar el Masters. Mantenía el ritmo sin cometer errores graves, leyendo los greenes con inteligencia y manteniendo su putt como principal arma.
Branden Grace también comenzó fuerte, igualando el ritmo de Spieth en los primeros hoyos. Sin embargo, el momento decisivo llegaría en el hoyo 16, cuando su salida con el driver terminó fuera de límites por la derecha. El error le costó un doble bogey que lo sacó definitivamente de la pelea, dejando a Spieth con la oportunidad de tomar el control.
Y eso hizo. En el par 4 del hoyo 16, el joven texano firmó un birdie clave que le dio una ventaja de tres golpes con solo dos hoyos por jugar. Parecía tener el torneo en sus manos. Pero el US Open no perdona ni un pestañeo.
En el hoyo 17, Spieth cometió su primer gran error del día. Su segundo golpe quedó corto, y no logró salvar el par. Un doble bogey inesperado lo devolvió al -4, igualando nuevamente la clasificación. La presión, ahora, era brutal.
Llegó al hoyo 18 sabiendo que necesitaba, como mínimo, un birdie para mantener vivas sus opciones. Lo consiguió con sangre fría: tras una salida segura y un segundo golpe quirúrgico, embocó el putt para birdie desde unos dos metros. Su gesto de alivio fue el de quien sabe que ha hecho su parte… pero aún queda esperar.
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Detrás venía Dustin Johnson, en el partido final. Tras una ronda sólida —aunque con oportunidades desperdiciadas—, llegó al hoyo 18 con la posibilidad real de ganar. Un eagle le daba el título. Un birdie forzaría el desempate. Desde la calle, dejó su segundo golpe a poco más de tres metros del hoyo. Tenía el putt para ganar.
El silencio en Chambers Bay era absoluto.
Johnson se preparó, ejecutó… y falló el eagle. La bola pasó por el lado izquierdo del hoyo. Aún tenía el birdie para forzar el playoff del lunes.
Pero falló de nuevo.
El estadio de golf explotó. Jordan Spieth, con solo 21 años, se convertía en campeón del US Open, ganando su segundo major consecutivo tras el Masters. El texano no solo había soportado la presión de un domingo infernal, sino que había capitalizado los errores ajenos con una serenidad impropia de su edad.
Dustin Johnson, por el contrario, volvía a protagonizar un final amargo. Ya había perdido el PGA Championship de 2010 en circunstancias dramáticas, y esta nueva derrota —fruto del putt fallado más doloroso de su carrera— alimentó la narrativa de un talento inmenso que aún buscaba su momento de redención.
Louis Oosthuizen, por su parte, firmó otra ronda brillante (67) y cerró el torneo empatado en el segundo lugar, completando una de las remontadas más destacadas en la historia reciente del US Open: pasó de +7 el jueves a -4 final.
Jason Day, debilitado físicamente, luchó cada hoyo con entereza, pero se despidió con 74 golpes (+4) y un merecido reconocimiento del público por su tenacidad.
Así concluía una edición inolvidable del US Open. Un torneo que lo tuvo todo: dramatismo, emoción, polémica, narrativa histórica y una consagración que marcaba el inicio de una nueva era en el golf. Jordan Spieth, en apenas seis meses, había conquistado dos majors, y el mundo entero comenzaba a preguntarse si estábamos presenciando el surgimiento de un nuevo dominador.
Clasificación final: Top 10 del US Open 2015
Posición | Jugador | Resultado |
---|---|---|
1º | Jordan Spieth | 275 (-5) |
T2º | Dustin Johnson | 276 (-4) |
T2º | Louis Oosthuizen | 276 (-4) |
T4º | Branden Grace | 277 (-3) |
T4º | Adam Scott | 277 (-3) |
T4º | Cameron Smith | 277 (-3) |
7º | Charl Schwartzel | 278 (-2) |
8º | Brandt Snedeker | 279 (-1) |
T9º | Rory McIlroy | 280 (E) |
T9º | Shane Lowry | 280 (E) |
T9º | Jason Day | 280 (E) |
Claves del torneo y estadísticas
- Jordan Spieth se convirtió en el sexto jugador en la historia en ganar el Masters y el US Open en la misma temporada. El último en lograrlo había sido Tiger Woods en 2002.
- A los 21 años, Spieth fue el campeón más joven del US Open desde Bobby Jones en 1923, y solo el cuarto jugador en la historia en ganar múltiples majors antes de cumplir 22.
- Louis Oosthuizen firmó 199 golpes (-11) en los últimos 54 hoyos del torneo (66-66-67), igualando el récord en ese tramo para un US Open. Su recuperación desde +7 tras la primera jornada es una de las más espectaculares registradas.
- El promedio de golpes en la primera ronda fue de 72,72, reflejo de la dificultad del campo incluso sin viento fuerte. Las posiciones de bandera y el estado de los greenes aumentaron ese promedio en las rondas del fin de semana.
- Dustin Johnson lideró el torneo en golpes ganados desde el tee, con una media superior a los 320 yardas por salida, pero su desempeño en el green fue el factor decisivo que le impidió ganar.
- Tiger Woods, con 80 golpes en su primera ronda y 76 en la segunda, no pasó el corte. Fue uno de los registros más bajos de su carrera en un major, reflejando el declive competitivo que vivía por entonces.

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Análisis del campeón: Jordan Spieth
La victoria de Jordan Spieth en Chambers Bay confirmó que su triunfo en el Masters no había sido una casualidad. A sus 21 años, demostró una combinación de inteligencia táctica, madurez emocional y determinación que pocos jugadores desarrollan tan temprano en sus carreras.
Su actuación fue notable no por ser espectacular en cada ronda, sino por su capacidad para mantener la compostura en todo momento. Cuando otros cometían errores bajo presión, Spieth se apoyaba en su lectura de greenes y su temple en los putts clave. Supo cuándo atacar y cuándo contenerse, gestionando un campo inestable como Chambers Bay con precisión quirúrgica.
Su birdie en el hoyo 18 de la ronda final, justo después de un doble bogey que podría haberle costado el torneo, fue una muestra clara de carácter competitivo. No esperó que otros fallaran: tomó la iniciativa y obligó a sus rivales a responder.
Con esta victoria, Spieth se convirtió en el jugador más joven en ganar dos majors desde Gene Sarazen en 1922. Pero más allá de los récords, lo que más impresionó fue su actitud: sin aspavientos, sin dramatismos, solo golf sólido, cerebral y decidido.

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Legado del US Open 2015
El US Open 2015 será recordado por su final emocionante y por las condiciones únicas de Chambers Bay. La victoria de Spieth marcó el inicio de una nueva era en el golf, mientras que el campo dejó una impresión duradera, tanto por su belleza como por las controversias que generó.
Para algunos, fue una edición polémica por las condiciones del terreno. Para otros, un ejemplo de que los majors pueden seguir siendo impredecibles, técnicos y emocionantes. Lo cierto es que fue un torneo donde el talento, la estrategia y la resiliencia se impusieron sobre la fuerza bruta.
Con su victoria, Jordan Spieth se unió al selecto grupo de ganadores múltiples de majors en una misma temporada. El US Open 2015 no solo fue una victoria memorable, sino un hito en el ascenso de una figura que transformaría el panorama del golf en los años siguientes.